jueves, 28 de abril de 2011

CARIDAD BANCARIA

La caridad bien entendida empieza siempre por uno mismo. Pero la mejor de todas las caridades es la que comienza en uno y termina en los demás. No seamos hipócritas y reconozcamos que para que podamos ayudar al prójimo, primero tenemos que ayudarnos a nosotros mismos, de lo contrario poca ayuda podríamos brindar, y con casi toda probabilidad, seríamos lastres más que salvavidas para los que viven con el agua al cuello. Si me pidieran una definición de caridad, la describiría como esa virtud que atesora todo ser humano de ser capaz de ayudar a todo aquel que lo necesite cuando podamos y con lo que buenamente podamos sin pedir nada a cambio por el socorro. No olvidemos que la caridad es una de las siete virtudes que constituyen el contrapunto de los siete pecados capitales, fieles representantes de las principales miserias humanas.
Sirvan estas primeras líneas para introducirles aquello sobre lo que quisiera comentarles, al hilo de la noticia que ayer, en las páginas de la actualidad malagueña, recogía el periódico El Mundo. La caja de ahorros denominada La Caja en lengua catalana, desde hace cuatro años viene ayudando desde la partida presupuestaria que financia su imponente obra social, a muchos malagueños que desde que nos estalló en las manos esta puñetera crisis de la burbuja, no les queda ya ni sitio donde caerse muertos. Óbito, que todo hay que decirlo por mucho que escueza, para algunos de estos pobres desgraciados sería un alegre epílogo para el fin de sus últimos y míseros días. Hasta nunca, penurias!, exhalarían con alivio sus labios como jubiloso epitafio, fiesta a la que se sumarían sus bocas dibujando una mueca burlona.
La entidad catalana desde 2007 parece ser que acumula una inversión caritativa en la ciudad de más de 17 millones de euros, que por lo visto sale a unos 575 euros de media al año por necesitado beneficiario, algo menos de 50 euros al mes con los que ayudar a extirpar la hambruna que asola, cada jornada que transcurre en mayor medida, los estómagos de los masacrados por la especulación del ladrillo y la pésima gestión de la cigarra socialista. Con tales calamidades, el hambre que es hija de la pobreza, estaba garantizada.
Por favor, no se dejen abrumar por la cifra, esa millonada es poco más que el chocolate del loro para la caja catalana, migajas para la primera caja de ahorros española por volumen de negocio. La caridad siempre es de agradecer, venga de dónde venga, pero uno a veces tiene la sensación de que tantos millones de euros destinados a obras sociales se derivan para limpiar conciencias y apaciguar remordimientos. Sobre todo estos, viniendo de dónde vienen. Esos mismos euros que ahora se entregan a cambio de nada para dar de comer a tantas familias que lo necesitan puede que sean los mismos que un día les fueron prestados a esas mismas pobres gentes a cambio de un interés para que pudieran hipotecar sus casas, hoy embargadas y con el cartel de se vende colgado en las filiales inmobiliarias de los bancos y cajas.

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