viernes, 31 de mayo de 2013

SE LLAMABA DOLORES

Dolores no sabía que iba a morir. Jamás se planteó que la muerte la estuviera aguardando la madrugada del jueves en su propia casa, escondida tras el cuerpo del hombre al que nunca había dejado de amar. Sí, siempre fue una relación complicada, pues el carácter de Benjamín, su amado, distaba mucho de la forma de ser que muestra una persona normal. Tenía su pronto, y cuando se enfadaba era verdaderamente insoportable a la par que hiriente como pocos había conocido en su vida, sin embargo, siempre recapacitaba y acababa pidiéndole disculpas por todo lo que le había dicho porque eran palabras que verdaderamente no sentía en su corazón. Fueron diez años de relación en los que las alegrías y las penas se alternaron casi a partes iguales. Una relación que podía compararse a estar subido de manera permanente en una montaña rusa, donde los momentos de paz que necesita el alma para hallar la calma que precede a la felicidad, por desgracia, fueron un espacio de tiempo tan breve, que difícilmente lograron encontrar acomodo en la memoria. Aún así, existía entre ellos un sentimiento de una fortaleza sin igual, una pasión desbordante que los atraía como si fueran imanes de polos opuestos, presos de un deseo irrefrenable cuya satisfacción les era imposible negar. Hace dos años decidieron poner fin a su convivencia. Parecía que todo había acabado entre los dos, pero qué engañada estaba Dolores. Era demasiado tarde. Desde hacía tiempo, era una adicta a la droga dura que supone estar enganchado a una relación de dependencia emocional, en las que muchas personas caen y de las que no resulta fácil salir. No desengancharse a tiempo, le ha costado la vida. Quizás nunca supo de su adicción porque quizás nunca tuvo la ayuda de alguien que pudiera abrirle los ojos.
En esta espiral de sentimientos y emociones, Dolores vivió su amor sin pararse a pensar ni un sólo instante en las posibles funestas consecuencias que podría ocasionarle a su persona el hecho de estar inmersa en esa dañina relación. Ciega de amor, veía a su pareja como no ha de verse nunca, idealizada por un sentimiento que distorsiona la realidad, y que la engañaba una y otra vez sobre la auténtica identidad del hombre que decía que la amaba. Llegó incluso a ocultar la agresión física de Benjamín, alegando que las heridas habían sido causadas por una caída mientras intentaba colocar las cortinas del salón. Estaba subida en la escalera y perdí el equilibrio, le dijo Dolores al médico que la atendió en el centro de salud, con la manera nerviosa e improvisada que suele lucirse cuando se falta a la verdad, confesión que levantó las sospechas entre el personal médico. Total, si solo habían sido unos rasguños de nada, y además Benjamín no sólo le había pedido perdón, sino que se encontraba muy arrepentido por la forma en la que se había comportado. No te preocupes, mi amor, no sé que me ha pasado. No volverá a ocurrir, te lo juro. 
Se ve que al jurar, el hijo de mala madre tuvo que cruzar de manera intencionada los dedos índice y corazón de ambas manos tras su espalda, porque ayer este canalla citó a Dolores con la muerte en el confiado escenario del hogar. Una muerte que llevaba esperándola más de diez años en el número 44 de la calle Brasil, adonde llegó la misma tarde que aceptó la invitación a tomar café de aquel joven que no dejaba de mirarla al salir de misa.

Dedicado a la memoria de Dolores Extremera López, la última mujer víctima de violencia de género. Descanse en paz. 

jueves, 23 de mayo de 2013

CALLADITO ESTAS MEJOR

No descubro la pólvora si digo que España ha sido, es y será un país de cainitas. Ahí esta nuestra Historia para corroborarlo. Una vez más, el cainismo español salió a relucir el pasado martes por la noche durante la entrevista que la Directora de Informativos de Antena 3 le hizo al expresidente José María Aznar, que por cierto tuvo una audiencia de dos millones doscientos mil espectadores, entre los que no creo que hubiera mucho votante de izquierda. Al contrario, la inmensa mayoría de los que decidieron tragarse los cuarenta minutos que duró la entrevista mientras preparaban la cena, o daban buena cuenta de ella escuchando al que durante ocho años fue el inquilino de La Moncloa, eran personas que cada vez que acuden a una cita con el calendario electoral , lo hacen para depositar en las urnas un sobre que contiene en su interior la papeleta del partido con sede en calle Génova. Votantes entre los que crece la decepción ante su disconformidad con determinadas decisiones que ha adoptado el equipo de gobierno de Rajoy, y también por determinadas acciones que piensan se deberían llevar a cabo, y que no se están acometiendo sin saber muy bien porqué. Dicho sea de paso, hay votantes populares que no entienden para qué obtuvo el PP la mayoría absoluta. Pues igual para colocar a más de los suyos como diputados para que comprueben lo bien que se vive cuando se obtiene un escaño en el Congreso de los Diputados.
Pero volviendo a lo que nos ocupa, no sé a cuento de qué decidió Aznar aceptar la invitación de Gloria Lomana para enmendarle la plana a Mariano Rajoy en prime time. No lo entiendo por lo siguiente. Ni le hace un favor al actual presidente del Gobierno, en un momento en el que su imagen está más desgastada que nunca, sobre todo después de la última EPA que arrojaba la tremenda losa que supone tener que gobernar un país con seis millones doscientos mil parados, ni le hace un favor a su partido, ya que muchos que ayer votaron al PP, hoy se lo pensarían dos veces o no lo votarían sin pensarlo, siendo consciente además, de que la mayoría de españoles que lo estaban viendo forman parte del granero de votos popular. Es decir, si había descontentos entre los simpatizantes populares con la política del gobierno, después de la entrevista, a buen seguro más cabreados hay todavía. Y tampoco le hace un favor a España ante la UE, cuando tenemos un compromiso de reducción del déficit irrenunciable con Bruselas, en base al cual una bajada de impuestos se antoja inviable en estos momentos. Ya veremos el año que viene qué ocurre con la política fiscal si la lucha contra los números rojos del Estado sigue por el buen camino que va.
Como bien dice la que fuera alcaldesa de Málaga, Celia Villalobos, gusta Aznar de ser enigmático en sus declaraciones, tendencia que sufre el presidente de honor del Partido Popular desde que padece exceso de ego. Digo esto para que los periodistas que han querido leer entre lineas una posible vuelta a la primera línea política del antiguo compañero de clase de Miguel Blesa, no se hagan excesivas ilusiones porque me parece que ese regreso no se lo cree ni el propio Aznar, por mucho que diga que cumplirá con sus responsabilidades. Por cierto, unas responsabilidades que dice con quien las tiene, pero que no aclara en qué consisten. Presidente, para decir muchas de las cosas que dijiste, mejor hubiera sido que te hubieses quedado callado.

viernes, 17 de mayo de 2013

A PROPÓSITO DE ANA

Ana, que no es su verdadero nombre, pero que para el caso da lo mismo, tiene 21 años, estudia segundo de bachiller y padece anorexia, una grave patología psíquica que genera graves problemas de salud a quienes la sufren, pudiendo llegar a causar la muerte del paciente. Hasta aquí nada nuevo bajo el sol, pues por desgracia, creo que no será la única estudiante malagueña de bachiller que padezca este trastorno alimenticio. Pero lo que hace que Ana sea noticia es el acoso escolar a través de las redes sociales o "ciberbullying" al que está siendo sometida desde hace cuatro meses por cuatro indeseables compañeros suyos en el Instituto Ben Gabirol de la capital malagueña. Cuatro meses de tortura que estos hijos de mala madre han decidido aplicarle a su compañera por el simple hecho de padecer una enfermedad. Como ven, la crueldad en algunos adolescentes puede alcanzar cotas de maldad insospechadas para la mayoría de los mortales, que como éste que les escribe, asisten perplejos con el estómago revuelto por la náusea ante estas muestras de cuán miserable puede llegar a ser la condición humana.
El  malévolo acoso del que ha sido victima la inocente Ana me indigna sobremanera, pero lo que más me enerva y me revuelve las tripas es el hecho de que los cuatro indeseables que han sido detenidos por la policía, han vuelto a clase con normalidad, como si tal cosa, sin que se les haya aplicado medida disciplinaria alguna, mientras que la pobre Ana ha decidido no volver a pisar el instituto y solo aparecerá por allí para los exámenes, a ver si así, desapareciendo, logra que se olviden de ella. Hay que fastidiarse, por no decir joderse. La Delegación de la Consejería de Educación ha manifestado que se esta a expensas de la investigación judicial y que los cuatro jóvenes reciben "atención especial", sin especificar más allá. Una atención que será todo lo especial que ustedes quieran, pero que por lo pronto les permite seguir haciendo su vida normal como si nada hubiera ocurrido, al tiempo que la victima, presa del miedo, decide no asistir a clase, empleando la táctica del avestruz como única salida para escapar del acoso que está padeciendo.
Los acosadores parecen victimas y la víctima parece un criminal que se esconde en su casa para no ser atrapado. Le deseo toda la celeridad del mundo a la investigación judicial porque lo que no puede ser es que cuatro niñatos tengan a una joven de 21 años muerta de miedo sin querer ir a clase, con el perjuicio que le están ocasionando, no sólo a su salud mental, sino que también puede que le echen el curso por alto, con el perjuicio que ello le podría causar a nivel educativo. 
Ante casos como éste, uno se pregunta por qué hemos permitido que la adolescencia esté llegando a estos niveles de decadencia tan detestables. Un porqué para el que desgraciadamente no tendrían fácil respuesta muchos de los padres de estos adolescentes, a los que se les debería caer la cara de vergüenza por la pésima educación que le están dando a sus hijos, a los que están convirtiendo en una empeorada, si cabe, versión de sí mismos.

viernes, 10 de mayo de 2013

VETE PARA EL CIELO, ALFREDO

Supo encarnar como nadie a ese españolito nacido en plena posguerra, y que estrenaba juventud en las playas de Torremolinos, haciendo titánicos esfuerzos para que los ojos no se le salieran de sus órbitas, al contemplar a aquellas nórdicas exportadas de Suecia, que gustaban de tomar el sol con esos escuetos trajes de baño llamados bikinis, dos trozos de tela que dejaban demasiada desnudez a la vista de unas conciencias reprimidas por el látigo del nacionalcatolicismo imperante, en aquellos años sesenta en los que descubrimos que el turismo era un gran invento.
A los ochenta años, una leyenda del cine español ha hecho la maleta y se ha ido al cielo, como cuando no lo dudó dos veces y se marchó a Alemania a buscarse un porvenir que no encontraba en su tierra, animado por los cantos de sirena de su amigo Pepe Sacristán, en esa España rural del tardofranquismo que emigraba a oleadas con destino a las grandes urbes,ya fueran nacionales o europeas, dejando sus rústicos lugares de origen huérfanos de juventud. Su apellido alcanzó el inigualable mérito de crear un género cinematográfico, fiel reflejo de la sociedad de una época que se desperezaba tras casi cuarenta años de narcótica dictadura, y que no paraba de sorprenderse con las mutaciones que trajo consigo la desconocida democracia.
Su innegable talento interpretativo le valía para tener dos caras de idéntica e inmensa calidad, una nacida para la comedia, y la otra privilegiada para el drama. Tuvo la necesaria virtud que debe poseer todo artista que quiera alcanzar el éxito, que no es otra que no guardar parecido con nadie. Alfredo fue único en su especie gracias a esa singularidad suya tan particular con la que interpretaba cada papel que caía en sus manos, con los que se mimetizaba para hacerse con ellos un traje a medida. 
Gracias por la feliz idea que tuviste con veinticinco años de marcharte a Madrid con la única compañía de siete mil pesetas y dos pares de zapatos. De no haberlo hecho, la cultura española se habría perdido el arte con el que naciste para dar vida a cientos de personajes del cine y del teatro, en obras y películas que han  servido y servirán de autenticas lecciones de historia para las generaciones venideras, sobre todo para aquellas que por suerte nacieron en democracia, y a las que tus peripecias persiguiendo suecas por la Costa del Sol para aliviar los deseos de la carne que tanto costaba calmar con las féminas nacionales, nos parecen inverosímiles historias de un pasado que nos suena lejano pero que no hace tanto tiempo fue una triste realidad. Vete para el cielo, Alfredo, que los santos inocentes tienen ganada la gloria.

viernes, 3 de mayo de 2013

AMOR DE MADRE

Nos llevaron nueve meses en su vientre, y desde que saludamos al mundo con un sonoro llanto, hemos sido para ellas el amor de sus vidas. Fue ponernos en su regazo después de un breve aseo para limpiarnos de los restos de la dura batalla del parto, y al instante decidieron que los auténticos protagonistas de sus vidas iban a ser, a partir de ese momento, esas pequeñas criaturas indefensas que aún ni podían despegar los párpados, y que en determinados casos, dicho sea de paso, hay que echarle verdadera voluntad a la hora de decirles  un cumplido, porque a decir verdad, qué feos que venimos algunos al mundo.
La de horas de sueño que les hemos robado a nuestras madres en nuestros primeros años de vida, y cómo ellas, con abnegación, nos permitían que las dejáramos casi sin descanso a lo largo de incontables noches en vela, en las que incluso nos dejaban meternos en sus camas, para que el temor infantil a la oscuridad se borrara de nuestra mente, y pudiéramos al fin quedarnos dormidos al calor de sus tibios cuerpos. La de tardes que han pasado con nosotros ayudándonos con los deberes del colegio, con un ojo en  nuestra libreta y otro en el fogón donde se cocía la cena, para evitar así que nos pusieran falta en clase al día siguiente, tiempo que dedicaban a nuestros estudios con la férrea determinación que les movía su firme deseo de vernos convertidos en mujeres y hombres de provecho. La de mediodías, un día sí y el otro también, que han hecho gala de una paciencia infinita para que ninguno de nosotros dejara nada en el plato, y con ello conseguir que no fueramos unos delicados a la hora de comer, mientras hacían juegos malabares para que pudiéramos llevar una dieta equilibrada en la que pescados y verduras no sufrieran el rechazo irracional de unos paladares en pleno proceso de educación nutricional, que no saben lo que se pierden porque nunca lo han probado. 
Y qué decir de nuestra llegada a esos años que pueblan la mitad de la adolescencia, y que bordean con la mayoría de edad, época convulsa cuajada de cambios donde comenzamos a coquetear con el amor, y nos estrenamos en nuestras primeras salidas nocturnas con los amigos, entre los que siempre hay alguno que no le gusta a tu madre. En ese tiempo tan complicado para la juventud, las madres siempre están ahí para aconsejarnos y consolarnos en el caso de que el amorío no fuera como quisiéramos, al probar el amargo sabor de las calabazas, y en el caso de  las salidas, no dudan en montar en guardia, siendo incapaces de pegar ojo hasta que no escuchan abrirse la cerradura de la puerta, tranquilizador sonido que les avisa de nuestro regreso a casa, y gracias al cual respiran aliviadas al saber que estamos de vuelta de una pieza, aunque a veces la pieza venga con alguna copa de más. Por muchos años que cumplamos siempre seremos sus niños, aunque peinemos canas, y tengamos una edad más apropiada para ser abuelos que para ser padres. No hay nada en el mundo como el amor de nuestras madres, un amor que es para siempre y al que nunca podremos corresponder en igual medida, por mucho que queramos. Por eso nunca estará de más decirle a una madre lo mucho que se la quiere.