viernes, 10 de mayo de 2013

VETE PARA EL CIELO, ALFREDO

Supo encarnar como nadie a ese españolito nacido en plena posguerra, y que estrenaba juventud en las playas de Torremolinos, haciendo titánicos esfuerzos para que los ojos no se le salieran de sus órbitas, al contemplar a aquellas nórdicas exportadas de Suecia, que gustaban de tomar el sol con esos escuetos trajes de baño llamados bikinis, dos trozos de tela que dejaban demasiada desnudez a la vista de unas conciencias reprimidas por el látigo del nacionalcatolicismo imperante, en aquellos años sesenta en los que descubrimos que el turismo era un gran invento.
A los ochenta años, una leyenda del cine español ha hecho la maleta y se ha ido al cielo, como cuando no lo dudó dos veces y se marchó a Alemania a buscarse un porvenir que no encontraba en su tierra, animado por los cantos de sirena de su amigo Pepe Sacristán, en esa España rural del tardofranquismo que emigraba a oleadas con destino a las grandes urbes,ya fueran nacionales o europeas, dejando sus rústicos lugares de origen huérfanos de juventud. Su apellido alcanzó el inigualable mérito de crear un género cinematográfico, fiel reflejo de la sociedad de una época que se desperezaba tras casi cuarenta años de narcótica dictadura, y que no paraba de sorprenderse con las mutaciones que trajo consigo la desconocida democracia.
Su innegable talento interpretativo le valía para tener dos caras de idéntica e inmensa calidad, una nacida para la comedia, y la otra privilegiada para el drama. Tuvo la necesaria virtud que debe poseer todo artista que quiera alcanzar el éxito, que no es otra que no guardar parecido con nadie. Alfredo fue único en su especie gracias a esa singularidad suya tan particular con la que interpretaba cada papel que caía en sus manos, con los que se mimetizaba para hacerse con ellos un traje a medida. 
Gracias por la feliz idea que tuviste con veinticinco años de marcharte a Madrid con la única compañía de siete mil pesetas y dos pares de zapatos. De no haberlo hecho, la cultura española se habría perdido el arte con el que naciste para dar vida a cientos de personajes del cine y del teatro, en obras y películas que han  servido y servirán de autenticas lecciones de historia para las generaciones venideras, sobre todo para aquellas que por suerte nacieron en democracia, y a las que tus peripecias persiguiendo suecas por la Costa del Sol para aliviar los deseos de la carne que tanto costaba calmar con las féminas nacionales, nos parecen inverosímiles historias de un pasado que nos suena lejano pero que no hace tanto tiempo fue una triste realidad. Vete para el cielo, Alfredo, que los santos inocentes tienen ganada la gloria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario