viernes, 19 de abril de 2013

SE ME ENAMORA EL ALMA

Érase una vez una tonadillera nacida en Sevilla que quiso hacer de Marbella su mina de oro particular, habida cuenta de cómo prosperaban todos aquellos que se movían en los círculos más íntimos del poder político local. Para lo cual decidió que la mejor estrategia para alcanzar su objetivo, era enamorar al alcalde de la localidad que por aquel entonces comandaba el saqueo de las arcas del ayuntamiento marbellí, un individuo que gustaba colocarse el cinturón por encima del ombligo, y que llegó al bastón de mando de la ciudad siendo camarero de profesión. En aquella época, el primer édil estaba felizmente casado con su señora esposa, quien no se percató de las oscuras intenciones de la cantante cuando ésta aceptó ser la imagen de la Ciudad de Marbella, como tampoco le dio por preguntarse sobre la procedencia de enormes bolsas de basura llenas de billetes de euro que su marido invitaba a pasar la noche en el calor del hogar.  Dios los cría y ellos se juntan, y fruto de esa juntera que dio lugar a años de conducta delictiva, los enamorados que antaño se juraron amor eterno hasta que la justicia los separase, como se veía venir, hoy han sido juzgados y condenados a pena de prisión con su correspondiente multa económica por el dinero esquilmado al erario público. Los dos exconyuges darán con sus huesos en la cárcel, no así la otrora Viuda de España, quién por un día se ha librado de pasar a la sombra una buena temporada, ya que la sentencia del Caso Blanqueo dictada el pasado lunes, sólo le impone una pena de veinticuatro meses justos, ni un sólo instante más, lo cual unido a la falta de antecedentes de la intérprete, hace que la sevillana respire aliviada al saber que no tendrá que purgar su delito en una celda. La Justicia ha dictado sentencia y es nuestro deber respetarla y acatarla. Lo de compartirla o no, allá cada cual con la opinión que quiera tener al respecto. 
Y al hablar de respeto, me resulta indignante comprobar cómo en pleno siglo XXI, una persona que sale de un juzgado tras ser condenada, pueda ser linchada por determinadas personas que la aguardaban a la salida, y que llegaron a poner en riesgo la integridad física de la condenada, cuando intentaba acceder a su vehículo, ayudada por su abogada. En el caso de un delito de sangre, esta reacción popular podría ser comprensible, pero que sepamos esta señora, a día de hoy, no ha matado a nadie. Tampoco puedo entender la actuación de la Guardía Civil y de la Policia Nacional allí presentes, que tenían que haber previsto lo que lamentablemente ocurrió y que no tomaron las medidas de seguridad necesarias que hubieran evitado este linchamiento público, más propio de la Edad Media que del Tercer Milenio en el que nos encontramos inmersos. Los mismos dientes que tan orgullosa luciera cuando se las prometía tan felices paseando agarrada del brazo de su enamorado alcalde por las calles de Marbella, para burla y mofa de los periodistas del corazón que no les dejaban ni a sol ni a sombra, fueron los mismos que aparecieron en las imágenes que todas las cadenas de televisión emitieron como testimonio gráfico de tan infame espectáculo, obligados esta vez a ser lucidos en una mueca de dolor provocada por el acoso al que fue sometida por esa turba justiciera que no dudó en aplicarle su particular castigo. Después de lo ocurrido, todavía habrá alguien que crea que a la Pantoja se le pudo enamorar el alma...



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