lunes, 5 de diciembre de 2011

EL ACUEDUCTO NACIONAL

Desde el viernes estamos en España de puente. Bueno, más bien de acueducto, porque por tres días de descanso, los afortunados que puedan tomárselos, se pegarán nueve de vacaciones. Venga, la semana del 5 al 11 de diciembre, en la que se podían haber aprovechado por lo menos tres días para practicar el ejercicio laboral que tantos seguidores están perdiéndose por días en este país, literalmente a tomar por saco. Me ha parecido escuchar en las noticias, ya que al hacerlo no he podido evitar sentir tal vergüenza ajena que me hace dudar de lo que mis tímpanos hayan podido captar, que cada día festivo le cuesta a la maltrecha economía del país unos tres mil millones de euros. Así que calculen ustedes mismos el facturón que nos va a costar el acueducto, ya que si a los dos días festivos de La Constitución, que más que su aprobación en referendo podría celebrarse su defunción victima del anterior régimen socialista, ya saben que en España tenemos una devoción por todo lo que huela a muerto bastante arraigada, y nos gusta más un duelo que a un tonto un lápiz; y de la Inmaculada Concepción, les sumamos esos tres días laborables que yo llamaría de servicios mínimos, porque entre los que están parados y los que se van de vacaciones, nos quedamos trabajando cuatro gatos en España, pues fácilmente son capaces de calcular, con los dedos de las manitas sin necesidad de calculadora, el agujero que a las arcas del Estado le genera el generalizado asueto de esta semana. Como muchos piensan y no tantos se atreven a decir, esto nada más que pasa en España.
El presidente de la CEOE, el catalán Joan Rosell, que muy poco mérito va a tener que hacer para mejorar a su predecesor en el cargo Díaz Ferrán, personaje de infausto recuerdo para buena parte de los parados españoles, ha propuesto revisar el calendario laboral para evitar que acueductos como éste vuelvan a proyectarse, más que nada porque se trata de faraónicas y suntuosas obras de arquitectura cuyo coste no nos podemos permitir en unos momentos en los que toca, porque no queda otra, correr la hebilla del cinturón un agujero más si cabe, y si ya no quedan orificios en el cinto, tendremos que taladrarle uno. La propuesta del Sr. Rosell consiste, por ejemplo, en que esta semana en la que hay dos festivos que caen en martes y jueves, trasladar la fiesta del martes al lunes y la del jueves al viernes. Es decir, cuando una semana tenga un festivo que no caiga ni en lunes ni en viernes que se traslade al lunes o al viernes mas cercano. Con ello se quiere evitar la epidemia de absentismo laboral disfrazada de impuesta hipocondría, que con mal disimulado descaro aflora entre los asalariados cada vez que avistan la posibilidad de hacer puente gracias a las festividades que habitan los días de diario en nuestro calendario. No solo se le cortaría el rollo a los holgazanes, que no es moco de pavo, sino que también conseguiríamos mejorar la, tan necesitada de mejora, productividad de nuestro tejido industrial y empresarial, algo que tantísima falta nos hace para que el producto nacional sea atractivo allende nuestras fronteras, habida cuenta de la planicie que sufre el encefalograma de nuestro consumo interno, que lleva en la U.V.I. desde que se inició la crisis, y cada día que pasa tiene peor cara el enfermo.

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