lunes, 12 de diciembre de 2011

POUR HOMME

La mujer es capaz de oler a crío igual que el Gran Blanco huele la sangre. A kilómetros. Sirva esta sencilla comparación de capacidades olfativas como curiosa presentación de lo que voy a contarles tras el próximo punto y parte.
La víspera de La Inmaculada Concepción, día de verano extraviado entre las páginas invernales de los almanaques, bordeando el mercurio sin ningún rubor el par de decenas de grados celsius, quedé con tres de mis amigos para almorzar en Cártama Estación, bajo la excusa de celebrar el clásico entre los clásicos, almuerzo de Navidad. Cualquier fecha es buena para festejar con buenos amigos, y estas fiestas se prestan propicias para pegarnos esos merecidos homenajes que tanto esperamos ver marcados con una equis colorada al doblar, la superada hoja del calendario destinada a Noviembre, la mañana del Día Internacional de la Lucha contra el Sida, que inaugura el último mes del año que dedicamos impunemente a gastarnos lo que no tenemos gracias al dinero de plástico, y a almorzarnos y cenarnos en quince días, lo que deberíamos deglutir en más de un mes.
Como están mas vistos que el tebeo, me voy a saltar las delicias del menú navideño que suelen repetirse en cada restaurante hasta decir basta, salvo nimias matizaciones, sin necesidad de que los aliñen a base de dientes de ajo cortados en juliana. Después de dar buena cuenta del postre, sí uno sí, para cuatro, la crisis, qué se le va a hacer, que tuve que compartir con mi amigo Eduardo, si bien no deberia emplear tan a la ligera este verbo en su infinitivo, porque mas bien fueron un par de cucharaditas las que el bueno de Edu pudo llevarse a la boca.
Al llegar a las copas, placidamente nos sentados en la terraza de mi piso, los tres supervivientes del holocausto carnívoro al que sometidos las neveras de La Liebre, David, Pepito y este que les escribe. Edu ya nos había dejado para pasar a peor vida como acostumbra cada tarde en el PTA de cuatro a siete. Y ocurrió, sin más. No tuve tiempo de ponerme a cubierto.
Estalló la bomba rosa de estas navidades en ese íntimo circulo de amistad. Sin previo aviso, a bocajarro se soltó en todo el medio de la charla. Nada ya fue igual aquella tarde en mi interior, despues de tamaña deflagración. Podríamos llamar al bombardero que tan a gusto se quedó, La Confesión de Pepito, que no llegó a formar la del Enola Gay, aparato de funesto recuerdo que metió a EE.UU. en una desdichada camisa bélica de once varas.
Mi querido Pepito se atrevió a abrirse el pecho en canal para rebelarnos con un par, que desde que lo dejo con su ex, hace la friolera de dieciocho meses, no ha vuelto a conocer mujer. Una vez que los timpanos se volvieron a su sitio y se recuperaron de la momentanea sordera, no pude salir de mi asombro. Boquiabierto me quedé. David con su mutis de mirar para otro lado sin mediar palabra, declaraba con su silencio ser perfecto conocedor de la papeleta.
Tengo mi teoria que creo explica con alta probabilidad de acierto, las causas que provocan este increible comportamiento célibe del muchacho. A ver si piensan como yo, que este teorema casa como un guante con lo que le debe ocurrir en realidad a mi amigo.
Pepito tiene mas de 35 primaveras, es hombre de atractivo físico, dotado de sensibilidad artistica, y por si no fuera poco, tiene un interesante fondo de armario por su cultura y educación. Además es un emprendedor que ha tenido éxito al acertar con el proyecto que decidió desarrollar hace algunos años, lo que le permite llevar una vida desahogada y tener inscrita en el registro la propiedad de un coqueto y moderno piso en la nueva zona de El Consul.
A estas alturas del artículo, las señores lectoras querrán averiguar dónde demonios se encuentra la camara oculta. Pues bien, seré bueno y les diré dónde se esconde Wally.
Mi Pepito lleva pegado en su espalda un recorte de cartulina blanca con forma de humanoide en la que se puede leer un comentario que brotó de sus labios una de estas utimas mañanas, al limpiarse con ella la boca después de desayunar. Dice " Quién me va a traer a la cama el croassant de Lepanto al estilo mixto con su jamón asado de pata, su queso brie, y sus paredes interiores ligeramente acariciadas con Lorenzana, y el tazón de cola cao calentito, con el arte y el cariño que me lo trae mi madre...". La mujer desea las fragancias masculinas con la condición de que en el frasco venga grabada la leyenda Pour Homme.


Dedicado a mi amiga y lectora Trini Romero por su apoyo. Gracias a personas como ella, el complicado desarrollo de mi vocación se hace un poco más fácil.

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