viernes, 7 de septiembre de 2012

PENSIONISTAS AL RESCATE



Aquellos chiquillos que jugaban al trompo cuando Alemanía y los aliados jugaban a la guerra, han venido al rescate. Vivieron una infancia llena de escaseces y colmada de penurias, en aquella España lúgubre de los cuarenta que comenzaba el más triste capítulo de su reciente Historia, y en la que los Reyes Magos tan sólo podían parar sus camellos a las puertas de las casas de unos pocos privilegiados cuyos progenitores podían permitirse el lujo de escribir por Navidad a sus Majestades de Oriente. El resto se ahorraba el viaje a la oficina de correos ya que no tenían ni para papel y lápiz. Esos críos, muchos de los cuales supieron lo que es pasar necesidad, sensación que no olvidarán por mucho y muy bien que vivan, son los que están evitando que muchas familias españolas pasen por el calvario que ellos sufrieron antaño. Gracias a los ahorros de los pensionistas, sus hijos aún pueden poner desayuno, almuerzo y cena en sus mesas, lo de merendar empieza a quedar para el recuerdo; los recibos de la luz, el agua y el gas no se devuelven de los bancos, y muchos hogares hipotecados se están salvando del embargo, por fortuna para la banca española, aíta ya de tanto activo tóxico, y que tiene en los pensionistas a sus mejores gestores de morosidad. Soy bancario, así que puedo dar buena fe de ello.
Los pensionistas españoles están dando una lección de generosidad tan impresionante que pasarán, años no, décadas, y no tendremos suficiente tiempo para agradecerles los desinteresados servicios prestados a sus necesitados vástagos en un momento tan delicado. Me gustaría ver cómo reaccionarían los egoístas miembros de mi generación si sus descendientes, y Dios no lo quiera, algún día se vieran envueltos en una crisis de similares dimensiones catastróficas. Me da que no se comportarían de una manera tan loable y ejemplar. Y es que, en tan extraordinario comportamiento, mucho tiene que ver la católica educación que recibieron desde pequeños donde la familia es lo primero, y que hoy queremos erradicar de las aulas al grito de Vade, Retro!. Con ellos no pueden ni el copago, ni los inevitables achaques de la edad ni los recortes sociales causados por una mala administración de los recursos públicos que cada día que pasa amenazan más y más a sus merecidas pensiones. Están hechos de otra pasta, aunque la pasta que amasaron en sus cartillas de ahorro cual hormiguitas a lo largo de sus esforzadas vidas laborales, se la estén comiendo los continuos agujeros que tienen que tapar en las maltrechas economias domésticas de unos hijos que llevan demasiado tiempo en el paro.
Que ha llegado Septiembre y con él la subida del IVA que nos hace más pobres, no pasa nada, ahí están los pensionistas para echar los capotes que hagan falta. Ya quisiera José Tomás lidiar con la misma valentía que derrochan sobre el ceniciento albero de la crisis los Niños de la Posguerra. Si termina llegando el manido rescate tantas veces anunciado de la economía española y logramos, después de años de penuría, salir del túnel, que nadie eche al olvido la ingente labor que está desarrollando la tercera edad española, a la que habría que poner un monumento en cada plaza. Son demasiadas tardes mereciendo salir a hombros por la puerta grande.

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