viernes, 25 de enero de 2013

QUIÉN LOS EDUCA?

Para vergüenza de todos, la violencia ha vuelto a colarse en las aulas de un centro educativo malagueño. Por más que queramos erradicarla de nuestra sociedad, siempre acaba apareciendo dónde menos se la espera. Esta vez ha hecho acto de presencia en un espacio publico en el que se inculcan los valores del respeto,el diálogo y el entendimiento como únicas vías para la resolución de conflictos, estando prohibidos cualquier acto o mención que recuerde su nombre. Pues bien, de nuevo, en un instituto de Vélez-Málaga, la autoridad del profesorado se ha visto ultrajada por la sinrazón de un padre, que no ha tenido reparos en abrirle la ceja al profesor que tuvo la osadía de echar de clase a la niña de sus ojos. El delito cometido por el maestro de la joven consistió en tratar de impartir disciplina a una alumna díscola que debe entender el significado de dos palabras, respeto y obediencia, que al parecer, no aparecen en el vocabulario del idioma que se habla en su casa. Por cumplir con su obligación y hacer su trabajo, el tutor recibió como agradecimiento por parte del padre de la alumna una brecha entre la sien y la ceja, y por añadidura se llevó de propina la rotura de sus gafas. Ocho meses de prisión  le han caído al progenitor de la joven, amén de una multa de 435 euros, pena que no cumplirá al no tener antecedentes, aunque esta obligado a no delinquir en dos años si no quiere verse privado del beneficio de la suspensión de la privación de libertad, lo que haría que diera con sus huesos en la cárcel, sin pasar por la casilla de salida.
Lo más grave de este lamentable y bochornoso incidente no es ni la agresión, siempre injustificable, ni la condena impuesta al agredido, siempre cuestionable. Lo peor es el penoso ejemplo que un señor, incapaz para ejercer de padre, le ha dado a su hija, haciéndola testigo de un hecho que jamás debió contemplar. Los alumnos deben acudir a los centros de enseñanza educados desde casa. Porque lo que se hace en colegios e institutos es enseñar materias sobre una mínima base educacional que tiene que venir consolidada en los menores, gracias al trabajo de los padres durante la crianza de sus hijos. Enseñanzas que difícilmente serán asimiladas por el alumno si cuando éste llega a casa, quejándose de la regañina que le ha echado el profesor, el padre o la madre irresponsable de turno, no se le ocurre otra por esa lúcida cabeza, que consolar al niño diciéndole aquello de, ya verá Don Fulano cuando me lo eche a la cara. Con esta actitud, es muy complicado que la labor de los docentes cause el efecto deseado en sus alumnos, es decir, que aprendan las lecciones que les imparten. Y es que, para que un profesor pueda enseñar, debe ser respetado y obedecido por sus pupilos, para que estos sean receptores del conocimiento que se les transmite, porque sin respeto ni obediencia, no hay docente que valga, por muy alta que sea su valía. Cuando no hay toro, qué difícil es que haya torero. A estos padres que no se respetan ni a sí mismos, quién los educa?

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