viernes, 1 de febrero de 2013

UN RESPIRO POR CARNAVAL

Sobresueldos en sobres tintados de negro, fundaciones políticas que reparten dinero a familiares de militantes para que todo quede en casa y que pagan hasta tres mil euros por artículo que ya quisiera Vargas Llosa, corruptos yernos reales de cara dura y mano larga, y no precisamente por haber jugado a balonmano, seis millones de parados...Como en esta España de pandereta nos sobran los motivos para darles alegrías a unos cuerpos hastiados de pesares, el Carnaval se nos presenta como agua de mayo aunque sea una lluvia que caiga en febrero. Siete días para salir a la calle y, alzando la voz a coro ya sea en una murga, chirigota o comparsa, atreverse a gritar y criticar a los cuatro vientos porque no hay cinco, aunque sea en formato de coplilla y bajo el cobijo de un disfraz, aquello que tanto nos cuesta denunciar en el trascurso de nuestro día a día. Cuando la necesidad más aprieta y parece que vaya a dejarnos sin respiro, es cuando mejor se agudiza el ingenio para enhebrar letras que son el fiel reflejo de los quejidos y lamentos que no deja de sollozar el pueblo español en el último lustro, desahogo que nos sirve de balón de oxígeno para que una pizca del trasnochado optimismo nos haga desear volver a mirar el vaso para verlo medio lleno.
Dada la situación en la que nos encontramos, imperiosamente necesitamos recuperar la ilusión y confiar en que lo que está por llegar será mejor que lo que se acaba de marchar. Es una necesidad tan elemental para poder vivir como el aire que nos llevamos a los pulmones en cada inspiración.
El escenario en el que se desarrolla la comedia de nuestra vida ha enrarecido su ambiente hasta decir basta, y en este entorno en el que se desarrolla nuestra existencia, se antoja ciertamente complicado afrontar la rutina diaria con la necesaria dosis de esperanza en un mañana que vuelva a llenar de luz un porvenir que se ha perdido en las tinieblas de una crisis que quiere apagarnos el deseo que todos tenemos por encontrarle la salida a este laberinto de miserias y desdichas.
La semana que tenemos por delante nos brinda la oportunidad de retomar por unos días el sentido del humor, tan difícil de sentir para muchos en estos momentos, y las ganas de reirnos hasta de nuestra sombra, una sombra que en estas noches de duermevela, tiene un buen rato de guasa. La capacidad para poder reirse de uno mismo es una de las mejores virtudes que el ser humano puede poseer, pues le sirve como herramienta idónea para algo tan importante en esta vida como es relativizar, ser capaz de quitarle hierro a aquello que no merece tanto padecimiento porque en realidad no tiene la importancia que en un principio le habíamos otorgado. Si bien para ello es necesario dedicarse unos minutos para meditar sobre ese problema que nos quita el sueño, inversión de tiempo que, por desgracia, no tenemos la costumbre de realizar. Aprovechemos la visita de Don Carnal para regalarnos unas jornadas de jolgorio y cachondeo que tanto bien nos causarán en el alma. Ya tendremos tiempo de volver a humedecer el lagrimal, cuando nos quitemos el antifaz. Menos mal que ha venido Febrero y con él, el Carnaval.

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