martes, 20 de noviembre de 2012

SEÑALES

Tranquilos, no piensen que quiero escribirles sobre la cinta de ciencia-ficción rodada por el realizador hindú Night Shyamalan y protagonizada por Mel Gibson y el gran Joaquin Phoenix. Nada más lejos de mi intención.
Decido nombrar esta publicación bajo ese título para dejarles encima de la mesa, la siguiente reflexión. ¿Somos capaces de ver las señales que nos van apareciendo por el camino de la vida?, ¿Sabemos realmente conducir nuestras vidas?
Estas señales, para un humilde servidor, son luces de color verde y rojo, que te las vas encontrando parpadeando a lo largo del sendero que todos debemos recorrer durante nuestro periplo vital. Las de color verde te indican que por ahí puedes y debes continuar tu camino. Las de color rojo te advierten de que por ese tramo mejor no sigas caminando. Ahora bien, como el hombre es un ser nacido libre, siempre decidiremos en libertad el trayecto a seguir. Por lo tanto, somos libres de estrellarnos o de alcanzar el estrellato a lo largo de nuestras vidas. Entendiendo ese estrellato como la realización personal del ser humano que le permite alcanzar la meta de nuestra existencia. Y cual es esa meta? Lo han adivinado. Ser feliz.
El problema que tienen estas señales es que muchas personas sufren de daltonismo emocional y las confunden continuamente. Esa patología para no distinguir el rojo del verde la padecen por dejarse guiar la inmensa mayoría de las veces por los dictados del corazón. Por el ritmo que les marcan los latidos del sentir, sin dejarle mucho cuartel a la sana intuición que nace del lúcido pensamiento racional. Sienten mucho, piensan poco y razonan menos. Y para colmo de la desgracia, están también esas otras personas que ni siquiera las ven debido a su miopía intelectual. Si el escaso intelecto no es capaz de ver, poco podemos hacer. Solo quedaría rezar para que la vida de esas personas que se saltan continuamente las señales sin percatarse de si eran rojas o verdes, no sea excesivamente dolorosa. Recuerden, y aquí debo hacer un pequeño alto en el camino de mi reflexión. Hemos de sufrir lo inevitable, seamos o no capaces de ver y de distinguir la tonalidad de esas señales.
Como receta para curarnos la vista emocional y no confundir más rojo con verde y viceversa, les recomiendo las siguientes pasos. En primer lugar, debes saber quién eres, procurar tener el mayor conocimiento posible de uno mismo. Una vez que ya sabemos quienes somos, a continuación viene el segundo paso. Debes saber qué quieres en esta vida y qué no quieres, en todos los aspectos de la misma, y que he querido resumir en dos grandes bloques. Por un lado, el yo personal, y por otro lado, el yo profesional.
Dentro de nuestra vertiente profesional, saber cuál es mi verdadera vocación, y a partir de ahí, decidir qué quiero y puedo hacer durante los años que me queden de vida laboral. Lástima que en muchas personas, profesión y vocación tengan muy poco que ver.
Y por lo que respecta a la parcela personal, tener claro qué queremos a la hora de relacionarnos socialmente con familiares, amigos y aquellas personas, que nos vamos encontrando al caminar, y con las que decidimos establecer una relación sentimental. No obstante, para hacer este análisis de nuestro interior y del exterior que nos rodea, resulta esencial, básico, que la razón domine sobre el sentimiento. Porque si el racional cochero no lleva bien sujetas las riendas de los viscerales caballos del sentimiento, de nada sirven los análisis antes referidos.
Gracias a Dios, a mis 36 años empiezo a superar el daltonismo emocional que me impedía distinguir claramente entre un color y otro. Cada vez veo con mayor claridad, los parpadeos verdes y rojos que me van apareciendo mientras sigo recorriendo el camino de la vida.     

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